miércoles, 21 de noviembre de 2012

De igual a igual


Hace unos días Linkedin compartió con todos los linkados un artículo de Charlene Li, una de las mayores expertas en redes sociales a escala mundial. Esta joven empresaria, socia fundadora de la consultora Altimeter Group, ha asesorado a importantes corporaciones sobre gestión del cambio y entornos digitales. Su medio natural es el mundo empresarial y lo que el lector en principio espera de ella es un complejo ensayo sobre management.

En lugar de eso, Charlene deja aparcados los palabros y elige un código humanista para hablar de empresas e internet. “Crisis de coraje en las redes sociales” es el sugestivo título del artículo que comparto con vosotros. El concepto elegido para el titular lo dice todo. El coraje es un valor puramente humano que se aplica a pequeña escala. Y de eso, de valor, humanidad y escalas manejables, se nutre la actitud con la que las empresas deberían abordar las redes sociales.

En opinión de esta investigadora, los directivos suelen mostrarse intimidados ante las redes sociales, a las que ven como una fuente de problemas. Riesgos de exposición, ataques y posibles malentendidos sobrepasan, con mucho, cualquier beneficio tangible. La reticencia hacia las redes sociales tiene menos que ver con la falta de ROI (Retorno de Inversión) que con el hecho de que las organizaciones no tienen la suficiente fortaleza institucional como para comprometerse socialmente. Y aquí es donde entra el coraje en juego y donde Charlene Li conecta con la idea Peer to Peer, De igual a igual, el concepto que inunda el universo 2.0. El enunciado del concepto De igual a igual es simple: en las redes sociales cualquier empresa o corporación, por mayúscula que sea, se convierte en una persona que desea entablar una relación con otra persona; no importa que uno sea detractor, follower o fan. El escenario deja de ser corporativo para pasar a ser emocional. Se requiere, por tanto, valores muy parecidos al de cualquier relación entre personas: respeto, honestidad... e incertidumbre, una característica que viene de serie en las relaciones sentimentales. Todos sabemos que lo incierto rodea cualquier vínculo personal. Las cosas no dependen sólo de nosotros, sino de la otra parte, y eso añade inquietud al proceso. En el caso de las redes sociales, esta incertidumbre se dispara porque, en realidad (y es parte del encanto), no conocemos a todos los que nos leen, nos siguen o incluso nos detestan. En cierto sentido, se trata de un juego de seducción en toda regla que a veces, como en la vida real, puede jugarnos malas pasadas.

Para Charlene Li, el antídoto contra la incertidumbre es el coraje. Armarse de coraje (matiz guerrero incluido) significa ser consciente de los riesgos, y, aun así, llegar al límite y superarlos, aunque no sepamos qué va a pasar después. Las redes sociales requieren una dosis extra de coraje porque entrar en ellas significa comprometerse, dialogar y relacionarse con la gente, algo bastante terrorífico en una empresa cuando no se tiene ni idea de qué valores transmitir. A la fórmula magistral de esta pensadora, yo añadiría otro ingrediente: humildad. Sólo así puede construirse una estrategia que a lo largo plazo nos deje disfrutar de la vida en la red. La propia pensadora lanza una advertencia en este sentido: las redes sociales son muy, muy complejas precisamente por su componente emocional y es seguro que, aún con la mejor disposición, anotaremos un porcentaje muy parecido de éxitos y fracasos. Cuando se pierde la perspectiva De igual a igual, la asimetría, en sus peores connotaciones, agita las redes.

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martes, 3 de julio de 2012

Verano 2020


2020. Apenas ocho años nos separan de esta cifra redonda, mágica, casi capicúa. En 2020 algunos habremos entrado con holgura en el medio siglo y asuntos que hoy nos parecen dramáticos habrán desaparecido de nuestras vidas (espero). Otras cosas se mantendrán imperturbables, como si nada fuera con ellas. “La imperturbabilidad de los ascensores”, leí hace poco. Es cierto, independientemente de urgencias y alturas, un ascensor se avería siempre que lo considera oportuno. Normalmente, coincidiendo con alguna de las leyes de Murphy.

En 2020, la estadística de ascensores escacharrados probablemente será la misma; sin embargo, algunas cosas importantes de nuestro entorno van a transformarse. Para mí, lo más significativo es el proyecto de I+D+i “Ciudad 2020”. Este proyecto pretende desarrollar un nuevo modelo de ciudad inteligente y sostenible, ecológica y económicamente, en el que la participación de los ciudadanos, junto con las oportunidades de comunicación e interacción ofrecidas por internet y otros dispositivos colocados en red, forman la base capaz de ofrecer servicios públicos ajustados a las necesidades de los usuarios.

“Ciudad 2020” se inscribe dentro del modelo Smart Cities, ciudades inteligentes que hacen uso de las nuevas tecnologías aplicadas en seis áreas: la “ciudad conectada”, energía y eficiencia, movilidad y transporte sostenible, sostenibilidad ambiental, bienestar ciudadano, y, por último, interacción entre el ciudadano y la ciudad.

Liderado por la corporación española Indra, junto a importantes empresas y universidades (Ferrovial, Atos, Fagor, Universidad Carlos III de Madrid y la Universidad de Zaragoza, entre otros), el proyecto “Ciudad 2020” pretende diseñar una arquitectura de comunicaciones para el entorno urbano basada en la internet de las cosas, algo que parece magia y que consiste en dotar a los objetos de la tecnología necesaria para que puedan conectarse e intercambiar información. A cambio, los usuarios ganamos tiempo y, lo que es más importante, bienestar. Con la información en la mano podemos organizar de manera eficiente nuestro día, ir por la ruta menos congestionada, acceder a un servicio sin sorpresas de horarios o, incluso, saber que se nos ha estropeado el ascensor y que están arreglándolo (por cierto, gracias a la internet de las cosas, ha sido la propia máquina la que ha alertado al servicio de mantenimiento en cuanto ha detectado su avería).

Como se ve, el protagonista y destinatario de este tipo de proyectos es el ciudadano. A su disposición se están creando nuevas herramientas tecnológicas que le permitan tomar decisiones sobre el consumo energético de su hogar, el centro de trabajo y los espacios públicos. Pero, además, el ciudadano no es un mero factor pasivo que recibe información, también debe compartirla con las Administraciones para saber qué áreas son objeto de mejora. El ciudadano se convierte así en corresponsable de su ciudad, un “ciudadano social” que participa de la gestión de su entorno. Algo muy parecido ha ocurrido ya en las redes sociales y otros sectores "colectivos" por antonomasia, como son los medios de comunicación y las televisiones. Gracias a los tuits y facebooks en todas sus declinaciones, el espectador ha pasado de ser un objeto pasivo a ser un espectador social. La bidireccionalidad de los nuevos modelos no es poca cosa. De hecho, recupera conceptos que parecían definitivamente olvidados. A algunos les dará reparo leerlo, pero se trata de un ángulo nuevo que alcanza a la desprestigiadísima política. ¿Hay algo más político que decidir qué, dónde y cómo vemos la televisión o de qué manera hacemos las cosas que afectan a la vida diaria?

La política y las vacaciones no suelen llevarse bien, así que volveremos al tema en otoño. Antes de eso, y antes de llegar al verano de 2020, podemos experimentar qué es eso de la corresponsabilidad social visitando las ciudades más verdes de Europa, ciudades “dispuestas para la vida”, según explican en la propia web de la Comisión Europea, artífice de esta iniciativa. Una ciudad verde hace mejoras constantes para favorecer una buena calidad ambiental y un desarrollo urbano sostenible, y, además, actúa como referente para otras ciudades. Hasta el momento, tres ciudades europeas han ganado el premio de la sostenibilidad (Estocolmo, Hamburgo y Vitoria-Gasteiz), y otras dos se preparan para conseguirlo, Nantes, en 2013, y Copenhague, en 2014. Como denominador común, inmensas zonas verdes, abundante uso del transporte público y ciudadanos encantados de ser gestores de su ciudad. Pasear por una de ellas es llegar un poco antes al más apacible de los futuros…


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lunes, 25 de junio de 2012

Ahora nosotros


Viernes, 22 de junio, 5 de la tarde. Nos ponemos en marcha. Parafraseando a un gran poeta, no dejan de suceder cosas a las 5 de la tarde. Y aquella tarde prometía porque se reunían tres grandes comunicadores, divulgadores, entrenadores de la vida... Eduardo Punset, Mario Alonso PuigÁlex Rovira, y un telonero eficaz, el jovencísimo David Otero, El Pescao. Los cuatro allí, en un escenario inmenso, dispuestos a ser los cuatro tenores de eso que aún no sabemos clasificar: ¿Inspiración? ¿Bienestar? ¿Simple supervivencia? Los promotores no tenían dudas de lo que iban a ofrecernos: "Ahora tú, un evento inspiracional" de gran magnitud.

Y lo fue. Intentaré resumiros lo que vivimos esa tarde. Provocador sutil, encantador, presumiendo de arrugas y de mala memoria. Así se nos presentó Eduardo Punset para decirnos que era mentira que la inteligencia no era bella o saludable. Hay un camino de pesimismo y soledad que ha creado escuela, pero ahora sabemos que nos enfrentamos al mundo desde un tubo de ensayo -nuestro cuerpo- al que hay que mimar con esmero. El miedo y el dolor son las amenazas que pueden quebrar el tubo. Y como antídotos, el conocimiento y el trabajo. Son  las únicas herramientas que nos hacen ejercer cierto control de la propia vida. Decía Punset aquella tarde que hay que vivir como un surfista en la cresta de la ola... Sabiendo cómo se controla una ola, claro está. Sólo de esa manera podremos cabalgar de nuevo, si llegamos a caernos. Por cierto, a las olas sólo se las domestica con dosis masivas de trabajo y disciplina.

Del trabajo humilde y hasta aburrido a la acción transformadora. Creer es crear. Así resume Álex Rovira su propuesta de cambio. Está bien conocer, está aún mejor reflexionar, es imprescindible describir, pero el simple conocimiento no garantiza la puesta en práctica de los nuevos valores: creatividad, colaboración, pasión, respeto, autoestima. Es necesario hacer. Y hacer a lo grande. Ser el arquero que cada noche intentaba alcanzar la luna. Nunca la alcanzó, pero se convirtió en el mejor arquero de su tiempo. Esta historia nos la ha prestado Alejandro Jodorowsky, un sabio inclasificable que aquella tarde, de alguna manera, estuvo por ahí aportando su insano juicio. Hay que estar un poco loco para dejar de ser un médico con pedigrí para dedicarse a pensar en los demás. A Mario Alonso Puig, un día se le quedaron cortos los quirófanos y largos los enfermos. Quería saber por qué enfermábamos en el cuerpo y descubrió que primero se nos enfermaba el alma. Habla de glóbulos rojos tristes y bacterias alegres, relamiéndose ante un festín de infecciones proporcionado por un cerebro átono, pero sobre todo habla del silencio necesario para escuchar la voz interior que nos dice cuál es nuestra pasión y dónde está el sentido de nuestra vida. Una vez descubiertos, pensemos a quién desvelamos nuestro secreto. En estos días arrecian los aguafiestas profesionales y los sueños, si lo son de verdad, son únicos. Y muy sensibles; tienen una extraordinaria capacidad para desaparecer.

Pasadas las 10 de la noche,  más de 4.000 personas comprobamos que todo eso que venimos intuyendo desde hace tiempo es verdad. Ya lo sabemos. Ahora, como diría Álex, toca hacerlo. Anora, nos toca a nosotros.

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domingo, 17 de junio de 2012

Promesas y otras necesidades básicas

Hay una parte rebelde en mí que se activa cuando ve que estamos a punto de perder los papeles o el poder adquisitivo o las cada vez más costosas cotas de bienestar o, simplemente, la buena educación.
                        
Últimamente, esta parte rebelde anda revuelta por culpa de algunas encuestas que circulan en la red sobre el impacto de la crisis en nuestra vida. La mayoría de estos estudios sostienen que la recesión está alterando las aspiraciones de cientos de millones de personas, especialmente en el mundo desarrollado, provocando que las personas depuren sus necesidades a favor de los aspectos más básicos. Con la economía en el subsuelo, los consumidores han empezado a minimizar sus expectativas, tanto en términos económicos como en lo referente a los sueños personales. La crisis nos obliga a repensar nuestras aspiraciones. El próximo año puede no ser mejor que el anterior.

¿Cómo salir de esta? Cada uno hace el bricolaje de su propia terapia. Bob Dylan diría que el cambio está en el viento, o, mejor dicho, en tendencias recientes como el Movimiento Lento (Slow People, Slow MadridSlow Food por poner algunos ejemplos de una corriente cada vez más airosa), el Decrecimiento o Downshifting o el más nuevo Happyshifter. Detrás de los palabros, hay una idea común: la búsqueda de la felicidad a través de un modo de vida más simple. En el caso del movimiento “lento”, reduciendo obligaciones y gastos y disfrutando sin prisas del momento; para los “happyshifters”, convirtiendo el trabajo en un entorno del que se pueda disfrutar.

Mi parte rebelde comienza a inquietarse cuando profundizamos en los remedios anti-crisis o en cómo repensamos nuestras aspiraciones personales. Para entender cómo funciona el mecanismo aspiracional, el psicólogo Abraham Maslow creó una pirámide de necesidades. Aquí va la famosa pirámide:
 

Durante los años de bonanza, los dos primeros escalones de la pirámide (necesidades fisiológicas y salud y seguridad) estaban garantizados; por eso, durante mucho tiempo, el marketing se ha concentrado en las zonas altas de la pirámide. La afiliación ha sido el núcleo de productos tan potentes como las redes sociales o las telecomunicaciones que “conectan a la gente”. Imposible no acordarse aquí de una conocida marca de móviles.

Por encima del amor, la autoestima (confianza, respeto, maestría, experiencia, prestigio) ha sido el ADN de marcas claramente aspiracionales. El famoso “porque yo lo valgo” y otras marcas de rango superior. La parte más alta de la pirámide está ocupada por el desarrollo de los valores personales (moralidad, creatividad, aceptación, creación de metas y potencial interior). Esta cúspide ha sido el territorio del consumo ético; las marcas y empresas que quieren posicionarse como entidades responsables y dignas de confianza están trabajando lo suyo para ganar las credenciales sostenibles.

Muchos expertos piensan que con la llegada de la recesión, las personas hemos descendido unos cuantos escalones de la pirámide para preocuparnos nuevamente de las necesidades básicas. Es decir, sin un estómago lleno y una cama cómoda, inútil interesarse por los demás y mucho menos por la creatividad o los valores comunes. Ahí es donde cunde mi pánico. De ninguna manera. Me niego. No puede ser que después de años de domesticar a la bestia que llevamos dentro, nos vuelvan a bestializar por una cuestión de geometría. Descompongamos la pirámide, cambiemos las etiquetas. Convirtamos la confianza, la ilusión por los nuevos proyectos, el respeto y la autoestima en necesidades básicas, tan básicas como una buena ducha caliente. Hace unos años, un ciudadano del Tercer Mundo lo contó a su modo en una pintada callejera. “Queremos promesas, basta de realidades”. Qué manera más chula de mandar a la porra la famosa pirámide de Haslow.
   

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miércoles, 6 de junio de 2012

La empleabilidad de un cisne negro



Unos cuantos cisnes negros se deslizan por las aguas de los mejores campus del mundo. Aparte de una película y un animal bellísimo, el cisne negro es una expresión filosófica, aplicada últimamente a las Finanzas, que se utiliza para designar un evento ocurrido de manera sorpresiva, que tiene consecuencias fatales y que, una vez sucedido, puede explicarse de manera lógica. Algunos pensadores sostienen que unos pocos cisnes negros dan cuenta de toda la historia mundial. Exageración o no, la realidad es que el atentado del 11 de septiembre fue un cisne negro de manual.

Volviendo al principio, los cisnes negros parecen avanzar hacia dos entornos muy sensibles: la formación y el mercado de trabajo. Ambos están unidos por la empleabilidad, el factor que hace que universidades y centros educativos se anticipen y se adapten a las necesidades de los empleadores. La empleabilidad es la asignatura pendiente de la universidad. La crisis y la competencia global están provocando un cambio en las universidades. Si hace unos años, la universidad se dedicaba exclusivamente a la formación, ahora se ve obligada a facilitar el acceso al mundo del trabajo. La cosa se complica porque, a su vez, el mercado laboral anda en plena transformación. Ya no basta con el conocimiento especializado; los conocimientos quedan obsoletos rápidamente. Ahora toca aprender a aprender, a ser responsable y flexible, y a saber gestionar los cambios de una vida casi impredecible (impredecible y en inglés, el idioma de la globalidad).

Según los especialistas, la mayoría de los puestos de trabajo que van a ser importantes de aquí a 2030 aún no existen. La tarea de la universidad es precisamente educar para este futuro. Por ahí asoman los cisnes negros. De no emplearse a fondo en la identificación y formación de estos nuevos yacimientos de empleo, la propia institución universitaria quedaría muy tocada. Bordeando la inutilidad. Algunos especialistas vienen insistiendo en ello a través de informes como “The shape of jobs to come”, un estudio de la consultora inglesa Fast Future.

El informe, realizado en 2009 en Europa, Estados Unidos y Australasia, revela trabajos que ya existen y que van a adquirir mayor relevancia, por ejemplo, todos los que tienen que ver con el clima y las energías renovables, y muestra otros inéditos, algunos tan evocadores como el ladrón de nubes (para provocar lluvia en momentos de sequía) o tan poco conocidos como el broker de conocimientos, algo que existe ya y que consiste en ofrecer conocimiento nuevo y a la carta a determinados grupos de interés.  De todos los empleos emergentes, la consultora hace un ránking con los 20 más prometedores. Muchos de ellos parecen haber escapado de la imaginación de Julio Verne. Aquí van:

Productor de órganos corporales
Policía de clima
Nano-médico
Abogado virtual
Ingeniero genético de cultivos y ganado
Profesores virtuales, manager de avatares e intermediarios (humanos)
Manager de Bienestar para la Tercera Edad
Desarrolladores de vehículos alternativos
Cirujano de aumento de memoria
Creadores de contenidos para grupos de interés
Asesor ético para las nuevas ciencias
Recicladores de datos
Pilotos, Arquitectos y tour operadores espaciales
Organizadores de información y contenidos
Granjeros y agricultores de espacios verticales
Broker de tiempo
Especialistas en reversión de cambio de clima
Trabajador social de redes sociales
Especialistas en epidemias y cuarentenas
Gestores de marcas personales
   
Fuera del top 20 se han quedado los Asistentes de Experiencias Fantasmas (sector medios electrónicos), los Expertos en Simplicidad  o los Integradores de Seguridad Compleja (ambos dentro del sector Política y Administración Pública). Francamente, me cuesta imaginar un día de trabajo de un Experto en Simplicidad. Hay otros cometidos más cercanos, como los Coordinadores de Sostenibilidad o los Analistas de Responsabilidad Social Corporativa. En el top 20 tampoco ha salido el que probablemente es mi empleo futuro favorito: el Black Swan Life Advisory, el Consejero para los cisnes negros de la vida. Es decir, alguien que anticipa, prepara y nos ayuda a escapar o eludir algunos malos tragos. Y algo más, porque si conseguimos detectar a tiempo el cisne negro podemos convertirlo en una oportunidad. Se opera la alquimia. El cisne negro se convierte en un majestuoso cisne blanco.


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jueves, 31 de mayo de 2012

Niños adulterados



Este mundo es curioso. Mientras una parte de la humanidad lucha por no seguir perdiendo derechos y bienestares largamente adquiridos, otra parte se dedica a describir el impacto de esta guerra de mercados en nuestra vida. Lo insólito es que describidores y lectores somos también sufridores, "sufridores en casa" decían en un concurso de la tele con calabazas y apartamentos en Torrevieja. Sufrimos menos cuando pensamos. La ficción momentánea de que la cosa no va con nosotros cuando intentamos explicarnos algo nos permite creer que controlamos más la situación. Mínimamente, empezamos a saber lo que pasa, y eso parece un buen primer paso. Dicho de otra manera, creo que empiezo a entender qué es lo que más me duele de  esta macro-austeridad.

Gracias a esta crisis están pasando muchas cosas. Para mí, la fundamental es que está demoliendo el prometedor futuro de la generación mejor preparada de todos los tiempos. La etiqueta de “generación mejor preparada” se ha colocado con alegría en los últimos años; sin embargo, esta vez iba en serio. En Europa se estaban dando de manera sostenida las condiciones indispensables para que un niño se convirtiera en un adulto feliz: bienestar físico, bienestar emocional, buena educación, buena sanidad y un entorno seguro. Nuestros niños tenían un "espléndido pasado por delante" (Eduardo Galeano es el autor de esta contradicción genial). A su vez, los padres de hoy tenemos más conciencia que nunca de lo que significa la educación, dentro y fuera de casa, y tenemos una idea clara estilo de vida que queremos para nuestros hijos. Había hoja de ruta y ciertos recursos para llevarla a cabo. “Había”, pretérito imperfecto.

Muchos de nuestros hijos pertenecen a la Generación Z, niños nacidos después de 1995 con un uso precoz y muy hábil de las nuevas tecnologías. Se les considera nativos digitales; es decir piensan en digital, saben que los canales por los que se mueve la información son múltiples, tienen sus propios códigos, y saben manejarlos. Parten de unas condiciones de salida excepcionales en cuanto a capacidades, formación y estabilidad personal, sólo necesitan unos padres a la altura. Y parece que no lo estamos. Según un estudio de la consultora JWTIntelligence llevado a cabo en Inglaterra y Estados Unidos, el 58% de los adolescentes se describen como preocupados por la situación financiera de sus padres, les inquieta poder continuar su educación y temen el momento en que tengan que buscar empleo. Más de 3/4 partes de los encuestados se sienten consternados por la situación económica global y hablan con frecuencia de este tema con sus progenitores. Los padres se han convertido, así, en portadores de malas noticias. Este exceso de transparencia está acelerando el ingreso de muchos niños en la edad adulta.

No se me ocurre de qué manera informar, proteger y preservar la niñez al mismo tiempo. Posiblemente, basta con ser algo más optimista y dejarse llevar por la parte buena del momento. Si nuestros niños están hiperconectados, que, al menos, sean creativos y no se dejen contaminar sólo por lo malo. En Suecia, la agencia de publicidad SWE ha creado la SWEappcademy, un campamento de verano para chicos entre 10 y 12 de años donde los niños no van a aprender, sino a enseñar. En Estocolmo, entre el 2 y el 6 de julio, 30 chavales tendrán la oportunidad de crear aplicaciones para móviles con el objetivo de que sean desarrolladas por operadores profesionales. El lema del campamento es “ellos nos enseñan mientras les enseñamos”. Toda una lección de humildad parental que pone las cosas en su sitio: listos, hábiles, creativos pero con necesidades de protección y aprendizaje. Nuestros hijos son como niños.

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jueves, 24 de mayo de 2012

Pasiva singular

Espacio "De singular a plural". Foto cortesía de Decoratrix.






















Aunque el título lo sugiera, este post no va de gramática, sino de eventos y tendencias. El evento es Casa Decor, la mayor pasarela de decoración de España y Europa, que en esta edición cumple 20 años. La exposición puede visitarse hasta el 24 de junio en la sede de la Real Compañía Asturiana de Minas, un impresionante palacete del siglo XIX ubicado entre la plaza de España y la calle Bailén de Madrid.

Como en ediciones anteriores, Casa Decor cuenta con los mejores especialistas españoles en arquitectura e interiorismo, un catálogo renovado este año con la incorporación de nuevos talentos. Es el caso de Beatriz Yagüe e Isabel García Laranjinha, responsables del estudio de interiorismo Arqte2. Con más de 20 años de experiencia, las decoradoras han creado para Casa Decor el espacio “De singular a plural”, en sus propias palabras “una perfecta fusión entre tradición y modernidad con un sugerente juego de luces y sombras”. Una gran cúpula suspendida acentúa la teatralidad del lugar donde conviven lienzos de Saura con esculturas del artista español José Ramón Lidó Rico. El espacio de Arqte2 conecta con el espíritu de Singulares y Plurales, de la reflexión individual, con cómodas chaises longues y una iluminación evocadora, al pensamiento y la acción en común reflejados en cuatro esculturas de Lidó Rico y el imponente cuadro de Saura.

Respecto a años anteriores, la vigésima edición de Casa Decor insiste en la sostenibilidad como uno de los valores claves de las casas del futuro. De un futuro muy próximo. El sector de la construcción consume el 40% de la energía primaria dentro de la Unión Europea, y responsable del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este contexto, la Directiva europea 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios establece que todos los edificios de nueva construcción deberán alcanzar consumos energéticos cercanos a cero a partir del año 2020 y del 2018 en el caso de edificios públicos. Es decir, ya mismo.

¿Cómo se alcanza un consumo cero? Los expertos hablan de las casas pasivas como motores de cambio. Una casa pasiva tiene un bajísimo consumo energético gracias a la correcta utilización de la energía solar, un aislamiento óptimo y un buen control de la ventilación, con la distribución ideal de las zonas de corrientes y las zonas estancas. Las casas pasivas poseen una ventilación mecánica controlada gracias a un doble flujo de corrientes que recupera el calor del aire saliente para recalentar el aire entrante. Una casa así consume un 90% menos de calefacción respecto a las construcciones convencionales. En cualquier caso, los criterios de sostenibilidad difieren de una zona a otra; las necesidades de una casa centroeuropea no son las mismas de una mediterránea. Para unificar criterios se ha creado el estándar Passivhaus, que hasta ahora ha certificado entre 15.000 y 20.000 casas pasivas en Alemania, Austria, Suiza, los países escandinavos y Estados Unidos. Inicialmente más caras, los precios de este tipo de construcciones se equiparan ya al resto de edificios. En el eco-barrio de Vauban, en la ciudad alemana de Friburgo, las Passivhaus, que componen prácticamente la totalidad del barrio, han logrado igualarse a los precios de las casas convencionales.

En España hay ya casos pequeños pero significativos en cuanto a la implantación de casas pasivas. La Universidad de Zaragoza, a través del Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (CIRCE), liderará un proyecto europeo de 9,5 millones de euros para construir edificios sostenibles. Se trata de NEED4B (New Energy EfficientDemonstration for Buildings), un consorcio formado por 16 organizaciones procedentes de empresas, universidades y centros tecnológicos de toda Europa. Financiado por la Comisión Europea, el proyecto pretende aportar soluciones innovadoras en el campo de la edificación sostenible y energéticamente eficiente. NEED4B prevé la construcción de 27.000 metros cuadrados repartidos en cinco edificios-escaparate localizados en Mons (Bélgica), Zaragoza, Bérgamo, Kungsbacka y Böras (Suecia) y Estambul. Como curiosidad, en Suecia una cadena de televisión producirá un reality sobre la vida de una familia en una casa eficiente.

Junto a la televisión, el interés por la sostenibilidad en todos sus ángulos crece, dando lugar a un nuevo tipo de turismo que reúne el interés por la arquitectura y la decoración y la conciencia medioambiental. En España, el resultado es Verano Passiv 2012, tres jornadas de puertas abiertas realizadas en Navarra y Granada en las que promotores, técnicos y propietarios mostrarán al público casas certificadas como pasivas, además de singulares. Os dejamos un video sobre el eco-barrio de Vauban. Más que lo que se ve, llama la atención lo que NO se ve: tráfico, prisas, polución...




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jueves, 17 de mayo de 2012

Happyshifters. Cambiar para que nada siga igual




Opinan algunos pensadores que el miedo nos impide ser felices. El miedo paraliza y atemoriza. Nos vacía de inteligencia. Convierte la vida en una simple y aburrida carrera de obstáculos hacia la pura supervivencia. Sin aditivos, conservantes ni colorantes. Vivir con el automático puesto. No voy a ponerme dramática, pero lo cierto es que el miedo nos convierte en tristes “plomos”, frente a ligerísimos “corchos” capaces de flotar sobre cualquier circunstancia. No hablaremos aquí de las personalidades plomizas o acolchadas, sino de una serie de personas que decidieron dejar atrás el miedo para tomar el control (razonablemente posible) de sus vidas. Y resulta que en esa toma de control, el trabajo es una parte esencial de la existencia.

Esta revolución tranquila se llama happyshifting (algo así como “cambio feliz”) y los happyshifters son sus aliados. Un happyshifter es un profesional que prioriza la felicidad en el empleo frente a las meras condiciones profesionales. La estabilidad o la retribución económica no son suficientes si no vienen acompañadas de un buen ambiente laboral, un grado alto de compañerismo y comodidad, y una cierta autonomía. Les importa más todo eso que un salario abultado. Y si no lo encuentran, cambian de ocupación. Parece frívolo en este contexto de paro generalizado y no estoy segura de que no lo sea del todo, pero hay algo estupendo en esto del “cambio feliz”. Lo estupendo es el convencimiento pleno de que podemos cambiar y mejorar de una manera optimista. Cambiar para que nada siga igual.

Los creadores del concepto happyshifting son Daniel Lyons y Montse Ventosa, fundadores de la consultora de  Recursos Humanos Sticky Culture. Fueron los primeros en detectar hace apenas tres años que los valores profesionales estaban transformándose a pasos agigantados. Hasta hace poco, lo más valorado era una larga trayectoria profesional en la misma empresa. Con la crisis, puesto que apenas quedan corporaciones-refugio en las que capear el temporal, las personas intentan, al menos, seguir su propia vocación y no permanecer en un trabajo que les genera infelicidad. ¿Qué personas? Fundamentalmente la Generación Y, los nacidos entre 1982 y 2002. Los veteranos de esta generación andan en torno a los 30 años, son casi nativos digitales y resultan muy diferentes a la camada inmediatamente anterior, la Generación Perdida, marcada por la apatía y el desinterés hacia un mundo, en su opinión, complejo y hostil.

Es muy posible que vivamos rodeados de happyshifters o que seamos incluso uno de ellos sin  que lo sepamos. Los agitadores, aquellos que movilizan a otros gracias a su capacidad intelectual, pueden ser happyshifters. Los experimentadores, los que se arriesgan y prueban cosas nuevas, seguramente también; incluso algunos empleados parásitos, aquellos que no hacen nada la mayor parte del tiempo, pueden influir positivamente en el rumbo de la empresa cuando toman conciencia de sus aspiraciones. Pero no son los únicos. El deseo de mejora, de bienestar y felicidad es inherente a la condición humana, “sólo” tenemos que averiguar cómo alcanzarlo. Personalmente, me quedo con el método de Elsa Punset, una mezcla de pasión, confianza y disfrute del presente. Ella lo llama “Inocencia radical”, una capacidad innata para transformar y transformarnos, logrando que la creatividad y la energía fluyan en los espacios en los que vivimos. Incluido el trabajo. Ya veis que me he convertido en uno más. ¿No os decía que estamos rodeados de happyshifters?



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viernes, 11 de mayo de 2012

Blanqueos de imagen



La solidaridad vende, lo eco da prestigio, la buena voluntad vence las mayores resistencias. La última herramienta del marketing es la bondad en cualquiera de sus declinaciones, por eso la mayoría de las empresas intentan fomentar su buena imagen al margen del negocio. La Responsabilidad Social Corporativa  (RSC) vive su momento de gloria. Pero ¿es real o se trata de una estrategia cosmética? Para la mayoría de las empresas, la RSC es un informe anual al que necesitan dotar de algún contenido que revierta en esa buena imagen. Dicho de otra manera: se destinan más recursos a hacer el informe que a la propia campaña de Responsabilidad. Sin embargo, esta manera superficial de entender la RSC tiene los días contados. Consumidores y grupos de interés ya no se conforman con unos gramos de información sesgada. Son críticos, tienen capacidad para influir en su entorno y exigen transparencia. Demandan más cambios efectivos y reales y menos blanqueos de imagen. Estos blanqueamientos no funcionan nunca y son los peores enemigos de la buena reputación a la que toda empresa aspira.

La buena reputación es la mezcla de un presente bueno y un futuro aún mejor. Pero el pasado cuenta; la incoherencia desde el punto de vista de la imagen corporativa se paga muy cara. No es una cuestión de eficiencia, sino de honestidad, pasión y actitud 2.0. La buena reputación se gana a pulso y puede destruirse en minutos. Por ejemplo, lo que tarda una red social o un medio de comunicación en revelar comportamientos poco ejemplares o agujeros negros de euros, por poner dos casos recientes.

Lo novedoso aquí no es sólo la necesidad de transparencia, sino el desarrollo de todo un ecosistema dispuesto a verificar el comportamiento de empresas e instituciones. Los primeros habitantes de este ecosistema son las redes sociales. Facebook, Twitter y otras plataformas hacen posible que cualquier persona se convierta en un agente de cambio social con un simple clic. Los segundos son los propios gobiernos y organismos oficiales; la presión social les está obligando a formular una legislación estricta sobre el impacto de su actuación como organizaciones sociales. Pero lo más interesante es el nacimiento de varias webs vigías. Una de las más importantes es GoodGuide, una página que clasifica los productos en base a criterios de calidad y de impacto medioambiental. Su aplicación para móviles permite a los consumidores tener información inmediata para “encontrar productos seguros, sanos y sostenibles”, según afirma la web. En el vídeo que incluimos veréis cómo funciona.  Más combativos se muestran medios digitales como Rainforest Action Network; su misión es conseguir que las compañías encuentren el equilibrio entre beneficios económicos y valor social, mostrando que es posible, literalmente, “ganar dinero haciendo el bien”. Por cierto, si entráis en el link y veis la noticia de portada, os daréis de bruces con una manifestación transcurrida hace apenas dos días en la Junta de Accionistas de Bank of America en Charlotte (Carolina del Norte). El titular dice así: "Cientos de manifestantes toman las calles para denunciar el deterioro medioambiental y económico producido por las prácticas de Bank of America". Y eso sin nacionalizaciones de por medio, pérdidas de valor y escándalos de gestión.

Sobre lo de ganar dinero haciendo el bien andan empresas de primera categoría. Saben que no se trata de pasarle una manita de photoshop a la imagen de la empresa, sino de crear valor para la comunidad. También saben que es esencial ser transparentes y difundir esa transparencia convirtiendo datos, en principio muy complejos, en noticias atractivas, la llamada información “pluma”. Ligeras como plumas o sólidas como yunques, las credenciales transparentes también son educativas: hacen que el consumidor sepa qué debe esperar de empresas e instituciones y ejercen presión sobre las corporaciones de la vieja escuela, esas que sólo rendían cuentas a sus accionistas, y porque no había más remedio…

  
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jueves, 3 de mayo de 2012

Karmas envenenados. La sociedad de la empatía




Es curioso cómo el lenguaje puede ayudarnos en momentos de confusión monumental. Momentos en los que algo que parecía seguro se esfuma; por ejemplo, un Real Madrid y un Barça perdiendo en las semifinales de la Champions. Hay otros momentos igualmente confusos, momentos en los que las fronteras entre lo que es bueno para uno no parece bueno para el otro. Momentos en que uno cree o hacen que crea que sus necesidades son distintas a las de la persona de al lado. Momentos de recortes cruciales. Momentos, en definitiva, de individualidad supina. Siempre que ando en este tipo de confusiones acudo al diccionario. Busco en el de la RAE la palabra “empatía” y encuentro esta definición: “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”. La pregunta es inevitable, ¿si tuviéramos la mínima capacidad de ponernos en la piel del otro, no mejoraríamos todos? Formulada de manera inocente, de esta cuestión pende la Tercera Revolución Industrial.

La sociedad de la empatía se perfila como el único escenario posible para un nuevo modelo vital que, según algunos pensadores, desembocaría en esta Tercera Revolución. El concepto comenzó a acuñarse tras el descubrimiento de las neuronas espejo, una parte de la anatomía del cerebro de los humanos y de algunos primates (por ahora) que nos permite conocer las acciones de los otros y las motivaciones más profundas que las generan. Esta facultad innata para la comprensión y la interacción, unida a la globalización de las nuevas tecnologías, se convierte en una auténtica autopista hacia entornos colaborativos. Pero no basta con el mero funcionamiento de las neuronas espejo. Hace falta una voluntad de transformación de modelos unida a otras importantísimas variables: la tecnología, la cultura del conocimiento y las energías renovables. La tecnología propicia la expansión del conocimiento y de las relaciones personales. La cultura del conocimiento se hace colaborativa por el convencimiento de que la peor inteligencia colectiva es muy superior a la mejor inteligencia individual. Por último, el acceso a las energías renovables y su redistribución acabarán diseñando un mapa de la riqueza más justo y más limpio. El economista Jeremy Rifkin, principal impulsor de este movimiento, lo plantea de manera clara en “La civilización empática”. “Hoy en día, las tecnologías de la información y las comunicaciones que inauguraron la era de Internet se están utilizando para reconfigurar las redes energéticas del planeta, permitiendo a millones de personas recolectar y producir su propia energía renovable en hogares, oficinas, grandes almacenes, fábricas y parques tecnológicos y compartirla de un extremo a otro a través de redes inteligentes, exactamente igual que producen y comparten su información en el ciberespacio”. Rifkin, en definitiva, apuesta por un desarrollo local para impulsar el cambio a nivel global.

Paradójicamente, lo más complejo de la sociedad empática es el factor humano. El cambio de actitud de una época individual a otra colectiva es un viaje largo y solitario al que, poco a poco, comienzan a incorporarse nuevos seguidores. De hecho, es posible que los adultos de ahora seamos más empáticos que las generaciones anteriores porque la empatía es una consecuencia adaptativa a un mundo globalizado. La tendencia llevada a su máximo desarrollo por internet y las redes sociales es traspasar las barreras de raza, género, religión, cultura y nacionalidad para buscar nuevos contactos y nuevas posibilidades de desarrollo alrededor del mundo. Aplicada a la empresa, la civilización empática se traduce en el reciente auge de la Responsabilidad Social Corporativa, el compromiso con la comunidad y la transparencia informativa. No es sólo un titular; en el último ránking de las 100 empresas españolas con mejor reputación cuentan tanto los criterios de ética y RSC como los puramente comerciales o financieros. Son pequeños pasos en la buena dirección. En la sociedad de la empatía no sólo hay que aparentar ser bueno, sino serlo. Tener un karma limpio de venenos. Nueva incursión en el diccionario. ¿Cómo definir un “karma venenoso”? Seguramente es la “energía nociva derivada de los actos capaz de causar daño”. Eso lo explica todo. Pensemos en la suerte de los equipos españoles durante la última Champions. ¿No es un simple intercambio de karmas envenenados?

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jueves, 26 de abril de 2012

Conocimiento aplicado

Hay aplicaciones para móviles, tabletas, aparatos de televisión, navegadores, coches, e incluso aplicaciones para aplicaciones. Por el momento, nos descargamos a buen ritmo y casi siempre gratis la mayoría de las aplicaciones que nos ofertan. ¿Hasta cuándo? Con más de medio millón de apps disponibles sólo en Apple, ¿estamos ante un mercado saturado? La respuesta es ambigua, con datos tibiamente positivos y algunos demoledores. Según un estudio de Pew Research Center y American Life Project, los consumidores terminan borrando entre el 80 y el 90% de las aplicaciones que se descargan. Para evitarlo, las compañías que elaboran contenidos para los operadores dirigen sus esfuerzos en detectar qué campos ofrecen mayores garantías de permanencia; entre ellos, la educación infantil se perfila como el más resistente. Padres y madres están dispuestos a compartir con sus cachorros su parque tecnológico si los niños reciben, jugando, dosis extras de formación. Es el sueño de todo padre y el cumplimiento de un deseo común entre los educadores, el venerable “enseñar y deleitar” de la retórica latina.


Del Imperio Romano a nuestros días, muchos han intentado instruir divirtiendo con distinta suerte. Aquí sólo nos fijaremos en algunas historias de éxito a cargo de las Nuevas Tecnologías. Apple lo ha visto claro con un enorme arsenal de aplicaciones educativas para iPad, iPhone y iPod Touch. Aprender con cualquiera de estos dispositivos supone entrar en una nueva dimensión didáctica. Las apps para el iPad amplían las posibilidades de aprendizaje tanto dentro como fuera de las aulas. Hay para todos los gustos, desde clases interactivas hasta actividades de refuerzo y herramientas ofimáticas, además de contenidos más clásicos, como lenguaje, matemáticas, historia o química. Las mismas aplicaciones están disponibles para iPhone y el iPod Touch, con idénticas ventajas. Ligeros, transportables y con gran capacidad para almacenar datos, estos dispositivos permiten aprender en cualquier lugar y a cualquier momento. Como resultado, se fomentan aspectos básicos en el desarrollo del conocimiento, como la curiosidad intelectual, la creatividad y el acceso a una gran cantidad de información. El aula física deja paso al aula virtual, un cambio de espacio que también incluye un cambio en los contenidos, fomentando sus aspectos más lúdicos. Así, divertidas y cercanas, se presentan Las aventuras de Don Quijote de La Mancha, la aplicación de iTunes para iPad que presenta de manera interactiva este clásico de la literatura hispana. Junto al Ingenioso Hidalgo, comparten aplicaciones  El mago de Oz, Tarzán, El Principito y muchos cuentos clásicos.

Aplicaciones parecidas existen también en otros dispositivos, como los smartphones. La tendencia apunta a que, contrariamente a otros sectores, el mercado de apps educativas será multiplataforma y/o se expanderá en proporción al desarrollo de nuevos gadgets tecnológicos; pero falta algún criterio que dé sentido a una oferta creciente. Una de las primeras empresas en llenar este espacio es KinderTown. Especializada en encontrar y organizar temáticamente las mejores aplicaciones educacionales para niños entre 3 y 6 años, su objetivo es mejorar la educación a edades tempranas y promover la implicación de los padres en el aprendizaje de sus hijos. En el equipo de KinderTown figuran varios educadores, encargados de testar las aplicaciones y de crear una comunidad con padres y profesores para seleccionar las mejores propuestas según un estricto control de calidad que incluye factores como valor educativo, facilidad de uso, fomento de valores sociales, buen diseño, bajo coste y tiempo de vida útil. Para los responsables de KinderTown, las aplicaciones educativas no son un juego de niños. Como muestra, este vídeo de Youtube; en él brillan las posibilidades del  mundo iPad, y, por encima de eso, el enorme potencial del conocimiento aplicado.


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jueves, 19 de abril de 2012

Los hackers de la moda




Lo tenemos claro. En Singulares y Plurales nos encanta la ropa y disfrutamos de un trapo como otros de un Nadal en pleno Wimbledon. Y no somos los únicos. Por esta afición natural que anida entre los consumidores, la moda se ha convertido en un negocio gigante que en España ha dado lugar a auténticos imperios textiles. Sin embargo, el sector, que se alimenta precisamente de las últimas tendencias culturales y sociales, parece desconectarse de los temas claves de nuestro tiempo: el consumo desmedido, la pobreza y el medioambiente. Obsesionada con triunfar, la moda ha sido uno de las primeras industrias en deslocalizarse hacia países con mano de obra barata, reforzando las desigualdades, abusando de los recursos naturales y generando residuos difícilmente reciclables.

Frente a este modelo de gestión, están surgiendo pequeñas iniciativas de cambio, algunas fundamentalmente estéticas y otras de mayor calado social. Entre las primeras, está el eco-chic, más una tendencia estilística que una alternativa real. El eco chic propone una apariencia de naturalidad de las fibras que no siempre es real. Muchas de ellas proceden de cultivos tratados químicamente o sometidos a procesos de fabricación irrespetuosos con la naturaleza.

Mucho más complejo se presenta el hacktivismo o hackeado de moda, un proceso colaborativo para compartir ideas con el objetivo de despertar la creatividad y decodificar la moda. El autor del concepto es Otto von Busch, artista, teórico de la moda y diseñador sueco. Para él, el hacktivismo “es un aprendizaje colectivo en el que una comunidad comparte sus métodos y experiencias sobre cómo cambiar radicalmente el entramado de la moda”. Las herramientas para este cambio radical se llaman compromiso, resistencia creativa y práctica DIY, “do it yourself”, versión comprometida del “hágalo usted mismo”. Pese a la relación con el término “hackers”, el hacktivismo no es anti-moda ni anti-sistema. El objetivo es desprogramar la moda para crear nuevos productos en los que se valora la creatividad,  los materiales utilizados y los tiempos de trabajo. Los hackers de la moda responden a una conciencia ética sobre el consumo y no se declaran en contra de ella, pero sí son críticos con su industria y utilizan métodos alternativos para cambiarla. Para ellos, la moda tiene sentido en una sociedad que huye de los consumos pasivos y masivos, que reconoce el valor de los objetos hechos de manera sostenible y a pequeña escala. No hay artistas inaccesibles y divinos, sino coautores de tendencias; la otra parte de la autoría corresponde a la comunidad.

Los hacktivistas están organizados ya en talleres como Hacking-Couture, y en España el grupo de trabajo Feedback Look, que sigue las premisas del “Hazlo tú mismo” y “Hazlo con otros”, además de promover una visión de la moda basada en el intercambio, el reciclaje, la reparación, y la localización. Junto a ellos conviven Edufashion y Ecoalf, dos iniciativas de distinto tipo unidas por la sostenibilidad. Edufashion es una plataforma colaborativa para la creación de moda que pretende conectar a grupos e individuos para que puedan formar empresas pequeñas y sostenibles, reunidas bajo una marca “abierta” (o lo que es lo mismo, la reinterpretación libre de muchas marcas) cuyos beneficios puedan compartir.

Ecoalf es una empresa española preocupada por el diseño sostenible. Creada en 2007 la compañía se apoya en cuatro ideas: innovación, sostenibilidad, calidad y diseño. Su concepto de la moda es inédito; creen que el lujo es hacer un buen diseño sin comprometer el medioambiente. En su filosofía, la sostenibilidad comienza por el propio diseño del producto y así lo demuestran parkas, deportivas, mochilas y otros complementos producidos a través del reciclaje de redes de pesca y botellas de plástico. El mensaje de su vídeo corporativo es contundente: el reciclado de PET consigue un 20% de ahorro de agua, un 50% de ahorro de energía y un 60% menos de polución atmosférica, tres datos que animan –y casi obligan- a seguir la corriente de la sostenibilidad. 

Ecoalf. Reciclado de redes.

 Ecoalf. Reciclado de PET.

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jueves, 12 de abril de 2012

Los mapas de la felicidad



Un subidón de bienestar…  Así ha sido el II Congreso Internacional sobre la Felicidad organizado por el Instituto Coca Cola. Dirigido por Eduardo Punset, el congreso ha contado con especialistas tan prestigiosos como el psiquiatra Luis Rojas Marcos y el coach y experto en liderazgo Mario Alonso Puig, entre otros. Pero la presencia que quizás ha captado más la atención de los medios es la del hombre más feliz de la Tierra. La credencial pertenece al francés Matthieu Ricard y se la otorgó la Universidad de Wisconsin después de varios años de estudios neurológicos con Ricard de conejillo de indias. La felicidad es un estado espiritual, pero también una cuestión científica que se puede medir con técnicas de imagen que muestran la actividad cerebral. La de Ricard es armónica, elegante y alegre, una especie de fitness mental logrado tras años de meditación junto al Dalai Lama, de quien es asesor y traductor al francés.

Ricard es un atleta de la felicidad, pero, sobre todo, es un hombre compasivo que no duda en compartir su fórmula mágica, una combinación de alegría individual y felicidad colectiva. O dicho de otro modo (arrimando el ascua a este blog): alegres en singular y felices en plural.

La certeza de que la felicidad no es asunto de uno solo comenzó hace unos años en el ámbito académico. Universidades como Harvard empezaron a introducir entre sus alumnos la idea de que estaban siendo educados para acceder a una vida plenamente satisfactoria no sólo para ellos, sino también para el resto del mundo. El reto estaba –y está- en diseñar la manera de convertir en realidad el deseo de bienestar individual y colectivo. Organizaciones políticas y sociales iniciaron también este camino, fascinados por la experiencia de Bután, el único país del mundo que mide la Felicidad Interior Bruta (con el resultado de pasar de la Edad Media a la Contemporánea en apenas unos años). Muy pronto, los países desarrollados comprobaron que los indicadores económicos no bastaban para describir el nivel de bienestar y que, además, medir el estado de un país en términos puramente económicos tenía efectos perversos: si sólo se medían aspectos económicos, sólo podían acometerse medidas económicas. Necesitábamos algo que diera sentido a las cifras.

Ese “algo” fue el primer mapa mundial de la felicidad de Adrian White, psicólogo analítico social de la Universidad de Leicester. White analizó datos publicados por la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud  y otras instituciones para crear una proyección global de la felicidad. La macroencuesta constató la idea preconcebida de que una buena oferta sanitaria, un PIB alto y un buen acceso a la educación daban como resultado ciudadanos más felices. Dinamarca, Suiza y Austria copaban, de hecho, los tres primeros puestos del ránking. En posiciones más bajas de la tabla, compuesta por 178 registros, aparecen España, en el número 62, y Japón, en el 90, dos países del G20 antiguamente competitivos y, por lo que se ve, algo infelices.

Sin embargo, algo está cambiando. Los mapas de la felicidad o el Congreso de Coca Cola son muestras de que queremos y necesitamos sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás. La cartografía de Adrian White es una importantísima radiografía del bienestar que ayuda a la sociedad a tomar decisiones. Por su parte, iniciativas como la de Coca Cola nos recuerdan que ser felices es un estado voluntario que podemos aprender a ejercitar. Aún hay algo más, la felicidad comienza a ser un objetivo prioritario en la búsqueda de la prosperidad perdida. Así lo ve Jeffrey Sachs, uno de los economistas más respetados del mundo, en El precio de la civilización, su nuevo libro, que llegará a España en mayo. La última meta de un ambicioso plan de objetivos propuesto para el periodo 2010-2020 es precisamente aumentar la felicidad de los ciudadanos. En sus propias palabras:

“La felicidad debería verse como el objetivo último de la sociedad: conseguir un mayor nivel de satisfacción en la vida de las generaciones actuales y futuras. Por eso, necesitamos mejores mediciones de lo que refuerza el nivel de satisfacción en la vida, que vayan más allá de los meros ingresos del mercado y que incluyan el ocio, una buena sanidad, un entorno seguro, y justicia y confianza en la sociedad”. Con estas pautas deberíamos empezar a trazar los mapas de nuestra felicidad. ¿Somos de verdad felices? ¿Qué nos falta? ¿A quién hacemos falta?

Y tú ¿vas a unirte a la búsqueda? ¿Te atreves a ser feliz?


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