jueves, 14 de marzo de 2013

Pájaros a punto de volar


Poco podía imaginar que muchos años después, el título de uno de sus libros serviría para describir el estado de ánimo de toda una generación. Entre 1938 y 1949 Patricia Highsmith escribió "Pájaros a punto de volar", una serie de relatos cortos con un aroma común: hombres y mujeres maduros atrapados en sus sueños. El nombre de la colección define perfectamente la desesperanza de muchas personas que no pueden desarrollarse plenamente por estar en paro o prisioneros de un trabajo que no les satisface. La lectura convencional es que si uno tiene la suerte de estar empleado, no hay lugar para la queja. El peor trabajo es mejor que ningún trabajo. Y así, con este planteamiento a ras de tierra, se nos pasan los días sin alzar el vuelo, sabiendo que quizás es posible cambiar, pero sin hacerlo, como pájaros a punto de volar... Con plomo en las alas...

El mercado laboral y las últimas reformas han hecho mucho por cortarnos alas y expectativas. Según se nos dice machaconamente, la tribu de los empleados de los países aún ricos (sí, con un poco de perspectiva todavía lo somos) constituimos una pesada carga de la que en algún momento habrá que deshacerse. En este panorama de mínimos, las políticas destinadas al bienestar de los trabajadores viven su particular cuenta atrás. "Pajaritos en la cabeza", he oído decir en algún foro. Estas ideas iban y venían cuando cayó en mis manos un número de la revista francesa "Point de vue" en la que precisamente hablaban de esto. Allí, camuflado entre publirreportajes dedicados a monarquías de toda condición, había un pequeño artículo que mostraba que algunos de esos pajaritos habían emprendido la huida para asentarse en las corporaciones más dinámicas del planeta, empresas para quienes sus trabajadores son un valor al que conviene mimar. Para ello, habían preparado una batería de medidas destinadas a conciliar la vida laboral o sencillamente a hacerla más agradable. Más o menos importantes, algunas de ellas insólitas, todas mostraban el interés de algunas empresas por retener e incentivar el talento. Aquí, unas cuantas.

En la matriz norteamericana de la consultora Deloitte existe un servicio de ayuda a las personas mayores o dependientes pensado para los padres y familiares de los empleados. Se trata de una medida importante porque reconoce implícitamente que la vida profesional y la familiar es imposible de separar y que los dos miembros de la pareja tienen los mismos derechos y deberes respecto a la crianza de los hijos o el mantenimiento doméstico. De esta medida también se desprende la idea de que si las nuevas tecnologías permiten que el trabajo invada la esfera privada, es lógico y hasta justo (aunque no habitual) que esta esfera privada sea tomada en cuenta en el trabajo.

Si la conciliación aparece como el plato fuerte de toda empresa que busque el bienestar de sus empleados, otras centran sus estrategias en aspectos económicos, considerados durante mucho tiempo el antídoto contra el malestar laboral. En Evernote, empresa ubicada en Silicon Valley y dedicada a la misteriosa actividad de la "salvaguarda de pensamientos e ideas", todos los trabajadores reciben un bonus anual de 1.000 dólares con la condición de ser gastados en unas "auténticas vacaciones", algo tan subjetivo como las propias apetencias personales. Pero, sin duda, las empresas que presentan las alternativas más originales son las dedicadas a las nuevas tecnologías. En la sede californiana de Facebook, las familias de los empleados pueden cenar gratuitamente en el comedor de la compañía cuando los trabajadores salen más tarde de lo estipulado en su jornada. Se trata de una medida menor, comparada con los 4.000 dólares por nacimiento de hijo o las ayudas de gastos médicos si hay dificultades para concebir.

Google también se sube al carro de empresa-apetecible, a pesar de las últimas declaraciones de una de sus directivas contra el teletrabajo. Además de proporcionar un cheque-nacimiento de 500 dólares, los empleados tienen derecho a beneficios sociales tan poco comunes como servicio gratuito de tintorería y de ¡entrega a domicilio de pescado fresco! En mi caso, criada en el españolísimo ritual del aperitivo, entre gambas a la plancha y pescaíto andaluz, preferiría un buen champán francés. Al margen de gustos, cada uno debe buscar su camino. Sólo hace falta dedicarse una mirada profunda y verdadera para encontrar lo que nos hace volar. En el mundo de la empresa, existen numerosas herramientas para hallar la senda que reconcilia las dos Bs: beneficios empresariales y beneficios sociales. Encuestas de clima interno, recursos tan potentes como las intranets 2.0, bidireccionales, emocionales e interactivas, o los intercambios de roles entre empleados, últimamente tan de moda... Son instrumentos que pueden ayudar y mucho; sin embargo, nada de eso sustituye a lo esencial: la mirada atenta y la voluntad de mejora. Cada empresa, como cada persona, sabe cuál es su carencia clamorosa. Reconocerla es el primer paso para empezar a levantar el vuelo.

  
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