Viernes, 22 de junio, 5 de la tarde. Nos ponemos en marcha. Parafraseando a un gran poeta, no dejan de suceder cosas a las 5 de la tarde. Y aquella tarde prometía porque se reunían tres grandes comunicadores, divulgadores, entrenadores de la vida... Eduardo Punset, Mario Alonso Puig y Álex Rovira, y un telonero eficaz, el jovencísimo David Otero, El Pescao. Los cuatro allí, en un escenario inmenso, dispuestos a ser los cuatro tenores de eso que aún no sabemos clasificar: ¿Inspiración? ¿Bienestar? ¿Simple supervivencia? Los promotores no tenían dudas de lo que iban a ofrecernos: "Ahora tú, un evento inspiracional" de gran magnitud.
Y lo fue. Intentaré resumiros lo que vivimos esa tarde. Provocador sutil, encantador, presumiendo de arrugas y de mala memoria. Así se nos presentó Eduardo Punset para decirnos que era mentira que la inteligencia no era bella o saludable. Hay un camino de pesimismo y soledad que ha creado escuela, pero ahora sabemos que nos enfrentamos al mundo desde un tubo de ensayo -nuestro cuerpo- al que hay que mimar con esmero. El miedo y el dolor son las amenazas que pueden quebrar el tubo. Y como antídotos, el conocimiento y el trabajo. Son las únicas herramientas que nos hacen ejercer cierto control de la propia vida. Decía Punset aquella tarde que hay que vivir como un surfista en la cresta de la ola... Sabiendo cómo se controla una ola, claro está. Sólo de esa manera podremos cabalgar de nuevo, si llegamos a caernos. Por cierto, a las olas sólo se las domestica con dosis masivas de trabajo y disciplina.
Del trabajo humilde y hasta aburrido a la acción transformadora. Creer es crear. Así resume Álex Rovira su propuesta de cambio. Está bien conocer, está aún mejor reflexionar, es imprescindible describir, pero el simple conocimiento no garantiza la puesta en práctica de los nuevos valores: creatividad, colaboración, pasión, respeto, autoestima. Es necesario hacer. Y hacer a lo grande. Ser el arquero que cada noche intentaba alcanzar la luna. Nunca la alcanzó, pero se convirtió en el mejor arquero de su tiempo. Esta historia nos la ha prestado Alejandro Jodorowsky, un sabio inclasificable que aquella tarde, de alguna manera, estuvo por ahí aportando su insano juicio. Hay que estar un poco loco para dejar de ser un médico con pedigrí para dedicarse a pensar en los demás. A Mario Alonso Puig, un día se le quedaron cortos los quirófanos y largos los enfermos. Quería saber por qué enfermábamos en el cuerpo y descubrió que primero se nos enfermaba el alma. Habla de glóbulos rojos tristes y bacterias alegres, relamiéndose ante un festín de infecciones proporcionado por un cerebro átono, pero sobre todo habla del silencio necesario para escuchar la voz interior que nos dice cuál es nuestra pasión y dónde está el sentido de nuestra vida. Una vez descubiertos, pensemos a quién desvelamos nuestro secreto. En estos días arrecian los aguafiestas profesionales y los sueños, si lo son de verdad, son únicos. Y muy sensibles; tienen una extraordinaria capacidad para desaparecer.
Pasadas las 10 de la noche, más de 4.000 personas comprobamos que todo eso que venimos intuyendo desde hace tiempo es verdad. Ya lo sabemos. Ahora, como diría Álex, toca hacerlo. Anora, nos toca a nosotros.
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