Este mundo es curioso. Mientras una parte de la humanidad
lucha por no seguir perdiendo derechos y bienestares largamente adquiridos,
otra parte se dedica a describir el impacto de esta guerra de mercados en
nuestra vida. Lo insólito es que describidores y lectores somos también sufridores, "sufridores en casa" decían en un concurso de la tele con calabazas y apartamentos en Torrevieja. Sufrimos menos cuando pensamos. La ficción momentánea de que la cosa no va con nosotros cuando
intentamos explicarnos algo nos permite creer que
controlamos más la situación. Mínimamente, empezamos a saber lo que pasa, y eso
parece un buen primer paso. Dicho de otra manera, creo que empiezo a entender
qué es lo que más me duele de esta macro-austeridad.
Gracias a esta crisis están pasando muchas cosas. Para mí,
la fundamental es que está demoliendo el prometedor futuro de la generación
mejor preparada de todos los tiempos. La etiqueta de “generación mejor
preparada” se ha colocado con alegría en los últimos años; sin embargo, esta
vez iba en serio. En Europa se estaban dando de manera sostenida las
condiciones indispensables para que un niño se convirtiera en un adulto feliz:
bienestar físico, bienestar emocional, buena educación, buena sanidad y un
entorno seguro. Nuestros niños tenían un "espléndido pasado por delante" (Eduardo Galeano es el autor de esta contradicción genial). A su vez, los padres de hoy tenemos más conciencia
que nunca de lo que significa la educación, dentro y fuera de casa, y tenemos
una idea clara estilo de vida que queremos para nuestros hijos. Había hoja de
ruta y ciertos recursos para llevarla a cabo. “Había”, pretérito imperfecto.
Muchos
de nuestros hijos pertenecen a la Generación Z, niños nacidos después de 1995
con un uso precoz y muy hábil de las nuevas tecnologías. Se les considera
nativos digitales; es decir piensan en digital, saben que los canales por los
que se mueve la información son múltiples, tienen sus propios códigos, y saben
manejarlos. Parten de unas condiciones de salida excepcionales en cuanto a
capacidades, formación y estabilidad personal, sólo necesitan unos padres a la
altura. Y parece que no lo estamos. Según un estudio de la consultora JWTIntelligence llevado a cabo en Inglaterra y Estados Unidos, el 58% de los
adolescentes se describen como preocupados por la situación financiera de sus
padres, les inquieta poder continuar su educación y temen el momento en que
tengan que buscar empleo. Más de 3/4 partes de los encuestados se sienten
consternados por la situación económica global y hablan con frecuencia de este
tema con sus progenitores. Los padres se han convertido, así, en portadores de
malas noticias. Este exceso de transparencia está acelerando el ingreso de
muchos niños en la edad adulta.
No
se me ocurre de qué manera informar, proteger y preservar la niñez al mismo
tiempo. Posiblemente, basta con ser algo más optimista y dejarse llevar por la
parte buena del momento. Si nuestros niños están hiperconectados, que, al
menos, sean creativos y no se dejen contaminar sólo por lo malo. En Suecia, la
agencia de publicidad SWE ha creado la SWEappcademy , un campamento de verano para chicos
entre 10 y 12 de años donde los niños no van a aprender, sino a enseñar. En
Estocolmo, entre el 2 y el 6 de julio, 30 chavales tendrán la oportunidad de
crear aplicaciones para móviles con el objetivo de que sean desarrolladas por
operadores profesionales. El lema del campamento es “ellos nos enseñan mientras
les enseñamos”. Toda una lección de humildad parental que pone las cosas en su
sitio: listos, hábiles, creativos pero con necesidades de protección y aprendizaje.
Nuestros hijos son como niños.
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Estoy de acuerdo en lo dicho. Reconozco que algunos estamos sobreinformados de la actualidad político y económica que nos abruma. A los que tenemos hijos en edad de comprender lo que está pasando intentamos mantenerlos informados. Quizá estemos adelantando su madurez en estos temas, que a su edad debería importarles bastante poco. Pero bueno, se piensa con ello que así tendrán un análisis crítico no solo asociado a esta crisis, sino en otras facetas de su vida. Estoy seguro que esta generación Z sabrá abrirse camino pese a las difucultades, del mismo modo que nosotros lo hemos hecho en otras coyunturas nada fáciles. Y lo que nos queda!!!!!
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