miércoles, 7 de marzo de 2012

Dinero cada vez más humano



En Singulares y Plurales también salimos por ahí a respirar nuevas ideas. Con ese objetivo acudimos al Encuentro Financiero Internacional organizado por Bankia esta misma semana. El subtítulo prometía: Economía, Innovación y Futuro. Las conclusiones, también: los bancos tienen que cambiar radicalmente su relación con los clientes porque las marcas –y los bancos lo son- ya no se crean unidireccionalmente, del anunciante hacia consumidores pasivos, sino con la opinión, el criterio y la prescripción de los usuarios. Es un camino de doble dirección que el sector financiero está tardando en recorrer para beneficio del mundo on-line. Las nuevas tecnologías y las redes sociales han conseguido hacerse su hueco en este sector gracias a las microfinanzas, es decir las transacciones de dinero entre particulares o grupos organizados a bajo coste y sin trámites.

Mohammed Yunus fue el creador de estas finanzas a escala humana también llamadas microcréditos. Por ellos y por la telefonía móvil, un grupo disperso de artesanos indios, muchos de ellos mujeres, comenzó a disponer del dinero suficiente para mejorar sus pequeños negocios y para saber a cuánto se vendían sus productos en los puntos de venta finales. Esa información les ayudaba a calcular mejor los precios de salida y, por tanto, a mejorar su gestión. El resto de la historia es bien conocida y termina con la concesión del Premio Nobel de la Paz para el economista indio. Desde la popularización del método Yunus y de su artífice, el Grameen Bank, los microcréditos empezaron a perfilarse como una herramienta útil para escapar de la pobreza y generaron varias webs que gestionaban pequeños préstamos de persona a persona en países en vías de desarrollo. Kiva, focalizada en el África Subsahariana, o Wokai, dedicada a las zonas rurales chinas, son los principales exponentes de esta tendencia.

El escenario de 2012 es distinto. La pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y la creciente mala reputación de las corporaciones bancarias han hecho que las microfinanzas se hayan instalado con éxito en Europa y en Estados Unidos. En el Reino Unido la plataforma más importante es Zopa (Zone of Possible Agreement), una especie de subasta de créditos en la que todos, prestamistas y prestados, ganan. La dinámica es sencilla: quien tiene dinero ahorrado pone una cantidad a disposición de la plataforma, marca un tipo de interés y espera a ver quiénes son los usuarios interesados. En ese momento se crea una Zopa, una Zona de Posible Acuerdo que culmina con la concesión del crédito en las condiciones que pacten ambas partes. Sin intermediarios, sin costes añadidos, a bajo interés y con ganancias tanto para el que necesita liquidez low cost como para el ahorrador, que nunca llegaría a obtener los mismos rendimientos en una cuenta de ahorro convencional. De manera similar funciona LendingClub. La plataforma estadounidense está convencida del éxito del modelo. Las personas afectadas por la falta de crédito de los bancos y los ahorradores que buscan mayor rentabilidad han llegado al mismo punto: el préstamo de persona a persona. Y LendingClub se presenta como el operador más preparado, además de una de las compañías más prometedoras de Estados Unidos, según Forbes.

El préstamo entre particulares alcanza un grado más con la modalidad de Crowdfunding. Aquí, los inversores no son personas individuales, sino grupos que financian distintas actividades, ya sean puramente empresariales, creativas (Kickstarter o, en España, Lanzanos) o educativas (GreenNote). Casi todas ellas funcionan de la misma manera: el creador de un proyecto propone un objetivo de financiación, una fecha límite para conseguirlo y una serie de beneficios para los inversores. Si el objetivo se alcanza en la fecha acordada, los cargos se hacen efectivos vía Amazon y el proyecto comienza a funcionar. Si el objetivo no se cumple, no se realizan los cargos. Es todo o nada, un todo/nada rápido y transparente.

¿Pueden los bancos competir con estos modelos? ¿Pueden prestar pequeñas cantidades, racionalizar costes, y ser veloces y transparentes en su gestión? ¿Pueden ocuparse de los menos favorecidos y mimar a los (escasos) ahorradores? No sería extraño que las grandes corporaciones bancarias crearan distintas líneas de negocio low-cost a imitación de estas webs. En cualquier caso, las tres preguntas gravitan sobre el futuro de las finanzas, aún hoy demasiado “macro” para un mundo “micro”.

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